SIN LÁGRIMAS NO HAY LLUVIA
Hay tantos caminos trazados en
este mundo... tantos que se entrelazan, se enredan, se confunden, se pierden...
caminos que llevan a un mismo lugar, o a
diferente sitios, senderos que se han desvanecido casi por completo, desdibujados
de la memoria del mundo, pero reales, otros que permanecen inmutables y algunos
inexplicables. Uno de esos caminos era el que llevaba a un antiguo cementerio
lúgubre por las garras del olvido,. Ahí, entre lápidas destrozadas y árboles
ancianos que susurraban sus memorias al viento se podía ver a Clay, un muchacho
alto, desgarbado con intensos ojos grises, y de cabello tan rubio que casi era
blanco, lo llevaba enmarañado en gruesas rastas que le cubrían los hombros,
usaba jeans rotos y descoloridos, camiseta negra y camisa de franela a cuadros,
su barba era espesa y desprolija y siempre marcaba el ritmo de su caminar con
esas gruesas botas militares con casquillo que lo habían acompañado por una
centena de días, Clay lucía como un fantasma; a ratos no parecía ser más que
otra figura inerte entre el cementerio, pues pasaba largas horas arrodillado
entre las tumbas susurrando palabras ininteligibles.
-
¡Clay!
– gritaba una voz grave y fuerte que atravesó el lugar rompiendo el silencio
igual que una afilada flecha- ¡Clay! ¡deja ya de hacerte el loco!, ¡ponte a
reparar la reja del mausoleo aquel, el que esta al fondo! y apúrate, yo no
quiero estar aquí cuando se haga de noche! ... ¿me escuchaste? … ¡Clay!, ¿Clay?
¿dónde te metes...?
-
Lo
escuché Don Mondo, fuerte y claro –dijo quedamente el muchacho. Mientras tocaba
suavemente el hombro de Don Mondo, uno de los cuidadores del cementerio-.
-
¡Por
todos los santos! ... hombre, me vas a matar de miedo ¡ya te he dicho que no me
gusta que me asustes!, apareciéndote sin saber de dónde y tan de repente.
-
Don Mondo, la reja de la que habla la arreglé ayer y ya
pinte la sepultura que está a la entrada de la puerta principal y coloqué las fuentes para las flores, que usted
me indicó. Me falta pulir las imágenes de bronce del nicho que hay que entregar
la semana que viene pero aún tenemos tiempo.
-
...
¡Oh!, ¡Oh! ... bien, bien hecho, buen trabajo chico ... este lugar se está
cayendo a pedazos ... bueno, anda, junta tus cosas Clay te doy un aventón hasta
tu casa.
-
No
se moleste Don Mondo, voy a pasar la noche aquí.
-
¿Aquí?
nooo, aquí nadie se queda de noche, este cementerio viejo tiene demasiados
misterios hijo. Hay algunos a los que le gusta salir de noche a danzar bailes macabros en los brazos de este viento
maldito que se robó las nubes de lluvia hace ya muchos años a este lugar y al pueblo... aquí no te
quedas, quizá tu no lo entiendas pero estaré más tranquilo si te marchas de acá
ahora mismo.
-
No!,
… ¡me quedaré!. Yo ya me he quedado aquí varias veces – dijo Clay Y no me ha pasado nada…¿ve?.
-
Si,
pero ahora todo es distinto, ya te lo explique muchacho. Hay muchos a los que
nos les importa la paz, ni el silencio de
los muertos. – le advirtió seriamente Don Mondo.
-
Pues
ya lo tengo decidido jefe, ud bien sabe que no tengo donde ir, así adelanto
algo en la reparación de los mausoleos y sepulturas, por lo demás, nadie se
preocupará por mi – insistió, Clay.
-
Está
bien ... pero no te hagas el valiente, si algo te da miedo corre hasta mi
casa y me avisas, ¡¿me entiendes?!,
recuerda que cuentas conmigo, yo te pueden acoger – agrego Don Mondo.
-
Si,
don Mondo, usted tranquilo, no se preocupe, yo siempre me he cuidado solo y no
le hago daño a nadie, así es que ¿qué me podría pasar?- dijo muy seguro Clay.
-
Está
bien, tú sabrás pero después no digas que no te lo advertí. Hay café en el
cuarto de las herramientas muchacho, ve y hazte una taza bien cargada para
pasar la noche sin frío y bien despierto – le dijo Don Mondo.
-
Bien,
gracias lo veré en la mañana Don Mondo, váyase ya y no se preocupe: soy bien
grandecito. No se olvide que a usted si
lo espera alguien en casa y si le pasara algo, seguro que le extrañarán y
mucho.
-
Hasta
mañana muchacho y no te metas en líos, ¡oíste!. ¿Me lo prometes? a un muchacho
como tú le queda mucho por delante, a tu edad uno tiene muchas ilusiones hombre,
los sueños no se abandonan y si no mírame a mí, conservo el tesón y el empuje
de siempre. Me he caído y me he vuelto a parar y puedo hacerlo mil veces, soy
como un roble jajaja…
-
Pues
ya veo, ud es un gran referente para mi Iñor pero ya deje de hablar y apúrese para que llegue luego a su casa si no,
va a tener que dormir en el sofá con de su perro el Gaspar jajaja – dijo Clay.
-
No
eso si que no, a mi me esperan con la casa abrigadita, una rica merienda y un
buen plato de frutas. Ya, ya… me voy, hasta mañana Clay- dijo don Mondo.
Cuando Clay escuchó arrancar
el viejo motor de la destartalada camioneta de Don Mondo, fue a ponerle las
cadenas a las rejas de entrada y regresó lentamente hacia las tumbas, dio un
paseo por el cementerio que le era tan familiar y miraba con tristeza las lápidas más viejas,
con sus nombres casi borrados del mármol.
El muchacho se arrodilló en
una de las tumbas y empezó a pronunciar
susurros que parecían plegarias dirigidas al cielo, pero que ni el viento podía
descifrar; en eso estaba, cuando de la nada su concentración desapareció al
recibir el golpe de una piedra, luego otra y otra. Clay se levantó aturdido y
vio a un montón de chiquillos escuálidos y mugrosos apostados en lo alto de las
ramas desnudas de un sauce burlándose de él, lanzando piedras, ramas y
groserías. -¡estúpido espantapájaros! si te gustan tanto los muertos ¿porqué no
te enterramos con ellos de una vez? Jajaja… si eso haremos- la siguiente piedra
le dio a Clay en la sien, un hilillo de sangre le atravesó en rostro, cayó al
suelo y todo se desvaneció ante su mirada. Quedo sin conocimiento por un
momento.
El ruido seco que hizo el
muchacho al caer, pareció despertar a una parvada de cuervos que dormían en los
mausoleos abandonados, las negras aves se apresuraron hacia el sauce desnudo
donde los chiquillos seguían riéndose de su malévola travesura hasta que cada
ave posó sus afiladas garras sobre los mocosos que ahora chillaban asustados.
Los cuervos no tenían intención de lastimarlos, simplemente los tomaron uno a
uno entre todos y los alejaron del cementerio dejándolos sobre los tejados de
las casitas del pueblo como si fueran un montón de gatos. Desde los
techos, se desafiaban con palabrotas
unos a otros para regresar al cementerio con palos y más piedras por la mañana
-¡esto no se va a quedar así!- decían.
Al cabo de un par de minutos
Clay recuperó la conciencia y notó que los cuervos que lo habían salvado
parecían decirle que caminara hacia el
fondo del cementerio, Clay era curioso por naturaleza y tenía desarrollada una
intuición que le funcionaba como una misteriosa brújula interna. Al ver que los
cuervos apuntaban a un sitio por el que siempre había sentido una especial
atracción decidió hacer caso a las aves, recordando las largas caminatas que
había dado por el lugar, sobretodo cuando en noches de luna llena se sumergía
en el submundo de las sepulturas. Pasaba largos ratos leyendo los nombres de
las lapidas tratando de imaginar como
serían las historias de vida de cada uno de los seres que ocupaban ahora, esta
que la sería su última morada.
Por la entrada principal y
casi al llegar al fondo del pedregoso sendero se encontraba un mausoleo que atraía mucho a Clay, pues tenía en la entrada la
escultura de un esbelto y elegante ángel
arrodillado sosteniendo en su
regazo a una joven que yacía en sus brazos.
La lapida tenía escrito un
nombre y unas fechas que poco podían entenderse pero Clay. Esa oscura noche en
su afán de saciar su curiosidad y de sentirse acompañado aunque fuera por un espíritu del otro mundo,
el muchacho se sentó junto a la estatua. Miró al cielo y vio como las estrellas
danzaban bajo los rayos resplandecientes
de la luna.
El joven tenía frío y dolor de cabeza debido al piedrazo. Por
primera vez nuestro Clay sintió miedo, soledad, rabia, estaba arrepentido de
haberse quedado en el cementerio. Ya no habían lugares seguros en aquel pueblo,
pensó.
No podía descartar la
posibilidad de que los malandrines profanadores de tumbas volvieran y lo
echaran a él en alguno de los sepulcros abandonados ¿quién podría encontrarlo allí?, su jefe
fácilmente podía pensar que se había marchado a otro sitio mejor y no se
tomaría la molestia de buscarlo.
En el cementerio reinaba el
silencio y comenzaba a levantarse una densa niebla, se acurrucó al lado de la
estatua a la que había comenzado a referirse como “su ángel” y le rogo que lo
protegiera.
Sentía que sus fuerzas se
agotaban, finalmente, sus párpados pesados cedieron y tuvo la sensación de
flotar por el cielo .Podía ver las
rosadas nubes que parecían cálidas pompas de algodón; se estaba sumergiendo el muchacho en esa calma, cuando escuchó una voz melodiosa que le
decía Clay eres la persona que he esperado por tanto tiempo, soy Salomé y estoy
aquí por ti, dame tu mano Clay y no me sueltes, dime que no me olvidaste … y que vienes por mí. La vida en
soledad es triste, duele el alma si no hay amor. He sentido tus pasos y tu voz;
he visto caer lágrimas de tus ojos grises y he sentido tu desilusión como mía.
Yo te hablaba pero tú no podías escucharme, ni verme, cuando te marchabas yo me
congelaba y solo sentía que el viento
enfurecido soplaba fuerte . Tu compañía ha sido como la luz del sol, me
devuelves la vida y la alegría por algunos momentos. Si tú no estás es como si
me faltara una parte de mi. Quizás era necesario que pasara esto, que te
durmieras en mi sepultura para que supieras que yo no he desaparecido, no me he
ido, estoy aquí para ti.
Quiero que vueles conmigo por
el cosmos y más allá de la luna, respires el aire puro y veas el azul profundo
del mar y los celestes claros de la aurora.
Clay sintió que surcaba el cielo como un águila y que todo era
armonía.
-
Ha
sido un paseo mágico -dijo Salomé- si quieres quedarte aquí conmigo en este mi
mundo de sueño eterno o bien que yo me quede en el tuyo que es el real debemos
regresar y pedírselo al ángel antes de que amanezca y alumbre el sol en
plenitud, ¿quieres Clay? – dijo Salomé.
-
¡Si
por supuesto que quiero, claro que sí!, ¡Salomé! –decía el joven con suma emoción
– todo en esa visión le parecía haberlo vivido ya , le era muy cercano, muy íntimo.
-
Adoro
tenerte cerca, ven baila conmigo,
abrázame y bésame -le invitó Salomé-
y así lo hizo Clay, se acercó
y la beso apenas rozando sus labios con los suyos, llenándose de su dulce
aliento que lo hizo temblar. Se sentía flotar, se besaron amorosamente, hasta
que de pronto, escuchó una voz ronca y fuerte que le sacó de sus ensoñaciones…
-
¡Clay!, ¡Clay! ... ¡hey, hey, hey! ¿Dónde estás?... ¿dónde te has metido…?
¡Muchachooo. ¡poh! Santo Dios, pero que chiquillo este … seguro que se durmió por ahí -pensaba Don Mondo mientras
caminaba dando largos trancos y haciendo mucho ruido, hasta que escuchó la voz
de Clay , que le decía:
-
¡Señor,
Señor!, ¿es usted?... ¿Don Mondo? aquí estoy -y muy ruborizado de puso de pie
balbuceando con timidez unas incoherentes palabras- discúlpeme creo que me he
quedado dormido …pero ¿qué hora es?
-
¡Hmmm,
ya veo! – dijo Don Mondo - pero que cosas las tuyas de quedarte en este lúgubre
lugar, toma chiquillo, te traje café con leche y galletones de maíz y miel de
esos que hace Ruth y que te tanto te gustan para que pases el frío… ¡hombre!
... y no me cuentes nada, vamos que hay que trabajar, ¡ya es tarde! Tú sabes
que tenemos que hermosear todas estas tumbas antes del Día de todos los Santos y
si no nos mataran los deudos! jojojo
-reía Don Mondo- como si estos que están
aquí sepultados fueran a festejar la muerte con los que están vivos. Los
muertos y los vivos no pueden encontrarse en ningún sitio, Clay. ¡Tradiciones!
pero que cosas se le ocurre a la gente ¿no te parece? jojojo … ¡tonterías!
Clay, trataba de poner
atención a lo que le decía su patrón
pero lo tenía inquieto lo sucedido; no sabía si lo del beso con Salomé lo había
vivido o se trataba de un sueño. Dio unos pasos, se sacudió un poco la tierra
de la ropa y miraba asombrado a la muchacha de la escultura. Aún parecía sentir
a Salomé, su magnética presencia, su delicada voz, ese beso y ese abrazo.
Confundido, elevó sus aún
adormilados ojos hacia el cielo y murmuro el nombre de esa chiquilla … ¡Salomé!
y vio como las nubes rosadas se volvían grises y comenzaba a llover
copiosamente sobre el cementerio del abandonado poblado; sintió soplar fuerte
el viento huracanado que lo estremeció como una hoja seca.
A Clay lo invadió una tristeza inexplicable, se acercó a la
escultura y dijo una plegaria susurrada, al terminarla sintió un aroma a rosas que pareció
envolverlo, una vez más la intuitiva brújula interior del muchacho pareció
confirmarle que no había sido solo un sueño ... sin embargo había algo que Clay
no podía comprender del todo, Salomé dijo que él no la había olvidado; y
ciertamente lo sentía así, tomar las manos de ella, sentir su calor, estar
rodeado de su aroma, besar sus labios, estrecharla ... todo aquello lo había
vivido en otro tiempo y lugar, fuera de ese cementerio. Amarla era haber
descubierto que estaba perdido y ella era el faro que le mostraba el camino a
casa ... ¡a casa!. Clay se sintió abrumado, mareado y dejó caer el café con
leche y los galletones que le había dado su jefe y se desplomó.
Desde lejos Don Mondo había
visto caer a Clay y corrió a socorrerlo, al llegar con él notó que tenía un
golpe y una herida fea en la sien así
que lo llevó como pudo hasta su camioneta y le vendó la cabeza con unas telas
que tenía en su botiquín y luego condujo a toda velocidad hacia el boticario
del pueblo, quién le dio unas infusiones de hierbas para calmar el dolor, le coloco un
ungüento y le recomendó reposo.
-
Fue
un golpe fuerte, dijo el boticario pero este muchacho es valiente y se pondrá
bien.
-
Gracias,
Señor – dijo Clay.
-
No
es nada chiquillo pero cuídate, no confíes en los cementerios nunca se sabe lo
que allí puede suceder. Agradécele a tu patrón los cuidados y la preocupación.
Tuviste suerte Clay de que no quedaras en peores condiciones.
-
Si
por supuesto, le debo la vida a mi patrón.- dijo Clay.
-
¡Muchachito!
–decía don Mondo estrechando cariñosamente a Clay- te llevaré a mi casa para
que descanses, ya le diré a Ruth que te prepare una buena sopa de ave con verduras del huerto y un buen plato de frutas.
Esta noche te quedas con nosotros, nada de locuras ni paseo por los mausoleos,
¿entendiste, Clay?
-
Si
y gracias jefe, pero ¿sabe?, a mi no me gusta molestar, Don Mondo.- dijo Clay.
No quiero darle ningún tipo de problemas.
-
No
es nada hijo, no te preocupes, Ruth y yo estaremos felices de tenerte en casa
el tiempo que sea necesario, a parte de Gaspar nuestro viejo perro, no tenemos
a nadie más ¿entiendes?; ¿ya te sientes con ánimo como para caminar?- dijo Don
Mondo.
-
Sí,
señor, dijo agradecido. – Cay.
-
Bueno,
anda ¡vámonos!- dijo Don Mondo.
Aquella velada fue
encantadora, Clay comió como rey. La Sra. Ruth era muy agradable y sus
atenciones le hicieron recordar su niñez cuando pasaba el día en casa de sus
abuelos, allí ayudaba en los quehaceres de la casa, picaba leña para el fogón y
luego se iba al bosque a cazar pajaritos o conejos.
El último verano que paso
junto a sus abuelos lo había marcado en
muchos sentidos. Fue el verano en el que los había abandonado su padre y
tuvieron que mudarse al pueblo para comenzar con su madre y hermanos de nuevo. Un
día de esos en los que Clay estaba muy desanimado pero decidió ir a dar una
vuelta al pueblo porque para pasar un rato en una tradicional fiesta y fue allí donde conoció a una misteriosa chica a la que le había dado su primer y único beso. Clay ahora lo
recordaba con claridad: el bello atardecer caía sobre el lago, la música de
vals sonando en el muelle adornado con faroles de papel, y todos los chicos
engalanados con disfraces y máscaras para celebrar con danzas y comparsas el
Aniversario del poblado. Él era el único que no llevaba disfraz, quizá por ello
la misteriosa chica de rizos rojizos y máscara de cisne, lo miraba mucho y
acercándose lo invitó a bailar.
-
No
se bailar vals señorita –decía nervioso el chico- además no estoy vestido para
la ocasión … y usted no me conoce,
quizás yo no sea como usted cree.
-
Precisamente
-inquirió la misteriosa chica- sé que no te atreverías a invitarme a bailar
porque es la primera vez que me ves , así es que por eso yo te invito a bailar
a ti. Vamos, ven, no seas un muchacho tímido, mira no es complicado el vals. Sólo tienes que
contar un, dos, tres …y tu atuendo no tiene nada de malo, me gusta tu
desenfadada forma de vestir, te ves diferente a los demás: anda, baila conmigo, es de mala educación
hacer esperar a una dama… ¿lo sabías, Clay?
Ante aquellas palabras Clay no
se podía negar y comenzaron a bailar, la pieza musical solo duró unos minutos,
y durante esos minutos la emoción pareció ser eterna, se sintió sobre las nubes
y le gustó tanto a Clay estar entre los brazos de esta enigmática muchachita
que no quería dejarla ir.
Clay no se percató en qué
momento salieron a pasear por la orilla
del lago. Ella se detuvo, se sacó su antifaz de cisne y miro al joven sus ojos
que parecían almendras color miel, dejó caer su pelo ondulado y rojizo sobre su
cuello y escote y le dijo lo encantada que estaba por el baile y el paseo. El
no pudo contener el impulso de tomarla por la cintura y darle un beso mientras
el cielo nocturno se iluminaba con las explosiones fantásticas de fuegos
artificiales, haciendo de aquel momento algo mágico, único.
-
ya
es tarde –susurraba la misteriosa chica- debo regresar a casa.
-
¿volveré
a verte? –preguntaba ansioso Clay-
-
sólo
si tú quieres. ¡Búscame!, Clay dijo coquetamente ella, mientras se alejaba-.
-
¡¿Clay?!,
¡¿me escuchas?!, ¿ey…muchacho! ¿te sientes bien? - le preguntó la esposa de Don
Mondo.
-
Si
… si señora, perdóneme … es que estoy algo cansado, confundido y me ha dado mucho sueño- respondió , Clay.
-
Pues
que esperas, ve a descansar y si necesitas algo no dudes en pedirlo. Estaré muy
atenta, llámame, no más. –Dijo la sra Ruth.
-
Gracias
señora, usted es un ángel, de alguna
manera le retribuiré todas sus atenciones y cuidados. Espero no causarle más
inconvenientes. – dijo Clay.
-
Ruth,
complacida sonrió, hacía mucho tiempo que no tenía un huésped tan considerado como tú, y le dijo a Clay: no me
causas ningún inconveniente todo lo contrario, chiquillo. Quédate el tiempo que
quieras, eres bienvenido.
Esa noche los sueños de Clay
fueron un desfile confuso de recuerdos perdidos y anhelos, uno visión tras otra
lo hicieron despertar repentinamente con las palabras de Salomé en los labios;
“si quieres quedarte aquí conmigo en este mi mundo o bien que yo me quede en el
tuyo debemos regresar y pedírselo al ángel antes de que amanezca y alumbre el
sol en plenitud”.
Esas palabras resonaban en su
cabeza y no pudo conciliar el sueño, tenía un nudo en la garganta y sentía que
su cabeza iba a estallar.
Su brújula interna le decía
que esta oportunidad de reencontrarse con aquella misteriosa joven de rojizos
rizos y ojos almendrados no se le podía escapar, entonces dio un salto y salió
de la cama a toda prisa echándose a correr rumbo al cementerio. En su
desenfrenada carrera por los callejones empedrados las lágrimas comenzaron a
resbalar por sus mejillas y con ellas resplandecieron todos los recuerdos que
habían quedado enterrados bajo la arena del tiempo, la ausencia y el olvido.
La chica del antifaz de cisne
y ese primer beso!!. Los recuerdos se
aclararon en su mente y sintió como se le rompía el corazón y el alma cuando
desapareció del lugar sin saber a dónde se había marchado. Después de eso, Clay
vivió muchos sucesos dolorosos: las lágrimas de su madre al saberse traicionada
por su padre, la muerte de sus abuelos, el distanciamiento de su mejor amigo …
en fin era mejor no recordar más ¿ para qué se preguntaba?, ¿qué había hecho él
para merecer tanto castigo?, juró bajo la luna llena que no volvería a
querer, que no tendría sueños, ni
grandes expectativas pues todo terminaba derrumbándose como castillos de arena
o en una lúgubre e incomprensible oscuridad como la del cementerio. Una noche
cansado ya de tanto dolor le pidió a la luna que le cambiara su corazón por uno de piedra para no volver a sufrir. Y
por algún tiempo así fue, era otro habitante más que moraba en las tumbas hasta
la noche que recibió aquel fuerte piedrazo y en la que busco refugio en la escultura
del ángel y la jovencita. Pero el corazón quiere lo que el corazón quiere y sus
pies, siguieron el impulso incomprensible de Clay . Al parecer esa seguidilla de pesares había comenzado a
desaparecer cuando su jefe, Don Mondo le había comenzado a mostrar cariño y
apoyo. Ahora todo regresaba a Clay y sabia que la vida le podría devolver su
sonrisa y ese ángel tenía mucho que ver en todo esto.
Al acabo de unos minutos el
muchacho por fin llegó al cementerio, se deslizó por los estrechos pasillos y
llegó a donde se encontraba la escultura, tan magnífica y solemne como siempre,
Clay puso sus manos en ella, cerró los ojos, se arrodilló y pidió perdón por
haber perdido toda la confianza, la fuerza, la esperanza y por haberse dejado
arrastrar por el sinsentido, por no haber abierto antes sus ojos y su corazón.
Y Clay lloró, lloró por todo eso y más, el sonido de sus lamentos ahogados
pronto fue esparcido por el viento que ahora olía a mar llegó a los hogares de
los pocos habitantes que quedaban y sintieron tristeza, sintieron algo por primera
vez en mucho tiempo. Comenzaron a llorar también, por su frialdad, por su
egoísmo, lloraban por todo lo que habían dejado
ir de sus vidas al convertirse en seres ausentes, indiferentes,
arrogantes y fríos. La gente de repente se enfiló al cementerio cargando
flores, adornos y ofrendas para llorar a sus muertos.No lo hacían desde hacía
mucho tiempo. Al llegar al tenebroso lugar todas las personas encontraron a
Clay rogándole al ángel que le devolviera los deseos de vivir, de sentir, de amar y que le dejara a Salomé. El alma de
Clay siempre lo supo, la chica de la escultura era ella, era Salomé la que amó desde
el primer segundo en que posó sus ojos y
se miraron dulcemente reconociéndose como cuando uno ve su propio rostro en un
espejo.
La estatua entonces tembló, y
al hacerlo se estremeció el cielo poblándose de nubes densas que poco a poco
dejaron caer una lluvia suave y ligera, esas gotas se filtraron en la escultura
y lentamente el mármol y el granito comenzaron a desmoronarse, cayendo al piso
como una substancia fangosa que dejaba al descubierto la silueta de la joven
que era sostenida por el ángel … la joven misteriosa, la que llevaba una la máscara de
cisne y le había invitado a bailar era la que yacía en los brazos de la estatua,
se había dormido allí profundamente esperando a ser encontrada por este joven
temeroso y para que no la dejara escapar
de sus besos y de sus brazos por temor a no ser amada como ella lo amaba.
Clay le quito la máscara del
rostro a Salomé y la beso suavemente en sus labios, ella despertó de su
profundo sueño, abrió los ojos y se vio reflejada en la mirada de asombro de
Clay y dijo:
-
Al
fin has venido por mí. Llévame contigo porque solo tu amor puede volverme a la
vida, mi añorado Clay.
El joven miró a
Salomé y le dijo:
-
Yo
ya no sé vivir sin tus ojos, de los que me he enamorado y siento que una
energía misteriosa nos une.
Clay sintió nuevamente el descontrolado impulso y la beso, pero esta vez lo hizo apasionadamente y la abrazo con ternura.
Clay sintió nuevamente el descontrolado impulso y la beso, pero esta vez lo hizo apasionadamente y la abrazo con ternura.
Salomé pudo oír
los fuertes latidos del corazón de Clay los que hacían latir, intensamente, también
su corazón. Se tomaron de la mano y sentían que todo a su alrededor era armonía
y alegría. Los ruiseñores atentos a lo que estaba sucediendo no tardaron en revolotear
por el lugar y empezaron a trinar; todo el
cementerio se ilumino con una radiante luz.
De ahí en adelante
estas dos solitarias almas que vagaban sin sentido en un mundo que no lograban
comprender se unieron y compartieron mil noches de luna en la casita de los
abuelos de Clay que por tanto tiempo estuvo abandonada. Los dos jóvenes
volvieron a creer en que todo es posible en el mundo de los sueños y en el
real, también. La casa se mantuvo siempre rodeada de flores y de un aromo que
se mantenía primaveral en todo tiempo. En los atardeceres caminaban por el
bosque o a orillas del lago y en las frías noches de invierno oían caer la
lluvia sentados junto al fogón.
Pasaron tres inolvidables
años juntos y llegó a este amoroso nido el primer retoño al que llamaron Edmundo
pero le decían “Mondito” en honor al gruñon,
exigente pero querendón jefe de Clay. Luego pasaron tres años más vinieron como capullos unas preciosas
mellizas que parecían princesas a las que le colocaron Isolina y Graciela, ellas les dieron aún más
felicidad y belleza a estas dos almas
que las unía el más puro y profundo de
los amores de este apagado pueblo; tierra que había vuelto a ser fértil,
hermosa, y alegre como en sus mejores
tiempos.
oh! ha quedado re linda con las imágenes, la verdad me gusta mucho esta historia!!!!!!!!!! me encanta!!!! love and rockets,Abril
ResponderEliminarun cuento mágico y todo gracias a la inspiración.
ResponderEliminarBonito!!!!!, genial!!!! jeje
Abracitos.
uy que linda historia les mando un abrazo y les extrañado.
ResponderEliminarPreciosas imágenes para un bello y tierno cuento plena de colorido y fantasía creadora .
ResponderEliminarFuerte abrazo