martes, 8 de julio de 2014



SIN LÁGRIMAS NO HAY LLUVIA

Hay tantos caminos trazados en este mundo... tantos que se entrelazan, se enredan, se confunden, se pierden... caminos que llevan a un  mismo lugar, o a diferente sitios, senderos que se han desvanecido casi por completo, desdibujados de la memoria del mundo, pero reales, otros que permanecen inmutables y algunos inexplicables. Uno de esos caminos era el que llevaba a un antiguo cementerio lúgubre por las garras del olvido,. Ahí, entre lápidas destrozadas y árboles ancianos que susurraban sus memorias al viento se podía ver a Clay, un muchacho alto, desgarbado con intensos ojos grises, y de cabello tan rubio que casi era blanco, lo llevaba enmarañado en gruesas rastas que le cubrían los hombros, usaba jeans rotos y descoloridos, camiseta negra y camisa de franela a cuadros, su barba era espesa y desprolija y siempre marcaba el ritmo de su caminar con esas gruesas botas militares con casquillo que lo habían acompañado por una centena de días, Clay lucía como un fantasma; a ratos no parecía ser más que otra figura inerte entre el cementerio, pues pasaba largas horas arrodillado entre las tumbas susurrando palabras ininteligibles.
-               ¡Clay! – gritaba una voz grave y fuerte que atravesó el lugar rompiendo el silencio igual que una afilada flecha- ¡Clay! ¡deja ya de hacerte el loco!, ¡ponte a reparar la reja del mausoleo aquel, el que esta al fondo! y apúrate, yo no quiero estar aquí cuando se haga de noche! ... ¿me escuchaste? … ¡Clay!, ¿Clay? ¿dónde te metes...?
-               Lo escuché Don Mondo, fuerte y claro –dijo quedamente el muchacho. Mientras tocaba suavemente el hombro de Don Mondo, uno de los cuidadores del cementerio-.
-               ¡Por todos los santos! ... hombre, me vas a matar de miedo ¡ya te he dicho que no me gusta que me asustes!, apareciéndote sin saber de dónde y tan de repente.
-                Don Mondo,  la reja de la que habla la arreglé ayer y ya pinte la sepultura que está a la entrada de la puerta principal y  coloqué las fuentes para las flores, que usted me indicó. Me falta pulir las imágenes de bronce del nicho que hay que entregar la semana que viene pero aún tenemos tiempo.
-               ... ¡Oh!, ¡Oh! ... bien, bien hecho, buen trabajo chico ... este lugar se está cayendo a pedazos ... bueno, anda, junta tus cosas Clay te doy un aventón hasta tu casa.
-               No se moleste Don Mondo, voy a pasar la noche aquí.
-               ¿Aquí? nooo, aquí nadie se queda de noche, este cementerio viejo tiene demasiados misterios hijo. Hay algunos a los que le gusta  salir de noche a danzar  bailes macabros en los brazos de este viento maldito que se robó las nubes de lluvia hace ya muchos  años a este lugar y al pueblo... aquí no te quedas, quizá tu no lo entiendas pero estaré más tranquilo si te marchas de acá ahora mismo.
-               No!, … ¡me quedaré!. Yo ya me he quedado aquí varias veces  – dijo Clay Y no me ha pasado nada…¿ve?.
-               Si, pero ahora todo es distinto, ya te lo explique muchacho. Hay muchos a los que nos les importa la paz, ni el silencio  de los muertos. – le advirtió seriamente Don Mondo.
-               Pues ya lo tengo decidido jefe, ud bien sabe que no tengo donde ir, así adelanto algo en la reparación de los mausoleos y sepulturas, por lo demás, nadie se preocupará por mi – insistió, Clay.
-               Está bien ... pero no te hagas el valiente, si algo te da miedo corre hasta mi casa  y me avisas, ¡¿me entiendes?!, recuerda que cuentas conmigo, yo te pueden acoger – agrego Don Mondo.
-               Si, don Mondo, usted tranquilo, no se preocupe, yo siempre me he cuidado solo y no le hago daño a nadie, así es que ¿qué me podría pasar?- dijo muy seguro Clay.

-               Está bien, tú sabrás pero después no digas que no te lo advertí. Hay café en el cuarto de las herramientas muchacho, ve y hazte una taza bien cargada para pasar la noche sin frío y bien despierto – le dijo Don Mondo.
-               Bien, gracias lo veré en la mañana Don Mondo, váyase ya y no se preocupe: soy bien grandecito. No se olvide  que a usted si lo espera alguien en casa y si le pasara algo, seguro que le extrañarán y mucho.
-               Hasta mañana muchacho y no te metas en líos, ¡oíste!. ¿Me lo prometes? a un muchacho como tú le queda mucho por delante, a tu edad uno tiene muchas ilusiones hombre, los sueños no se abandonan y si no mírame a mí, conservo el tesón y el empuje de siempre. Me he caído y me he vuelto a parar y puedo hacerlo mil veces, soy como un roble jajaja…
-               Pues ya veo, ud es un gran referente para mi Iñor pero ya deje de hablar y  apúrese para que llegue luego a su casa si no, va a tener que dormir en el sofá con de su perro el Gaspar jajaja – dijo Clay.
-               No eso si que no, a mi me esperan con la casa abrigadita, una rica merienda y un buen plato de frutas. Ya, ya… me voy, hasta mañana Clay- dijo don Mondo.

Cuando Clay escuchó arrancar el viejo motor de la destartalada camioneta de Don Mondo, fue a ponerle las cadenas a las rejas de entrada y regresó lentamente hacia las tumbas, dio un paseo por el cementerio que le era tan familiar y  miraba con tristeza las lápidas más viejas, con sus nombres casi borrados del mármol.
El muchacho se arrodilló en una de las tumbas y empezó  a pronunciar susurros que parecían plegarias dirigidas al cielo, pero que ni el viento podía descifrar; en eso estaba, cuando de la nada su concentración desapareció al recibir el golpe de una piedra, luego otra y otra. Clay se levantó aturdido y vio a un montón de chiquillos escuálidos y mugrosos apostados en lo alto de las ramas desnudas de un sauce burlándose de él, lanzando piedras, ramas y groserías. -¡estúpido espantapájaros! si te gustan tanto los muertos ¿porqué no te enterramos con ellos de una vez? Jajaja… si eso haremos- la siguiente piedra le dio a Clay en la sien, un hilillo de sangre le atravesó en rostro, cayó al suelo y todo se desvaneció ante su mirada. Quedo sin conocimiento por un momento.
El ruido seco que hizo el muchacho al caer, pareció despertar a una parvada de cuervos que dormían en los mausoleos abandonados, las negras aves se apresuraron hacia el sauce desnudo donde los chiquillos seguían riéndose de su malévola travesura hasta que cada ave posó sus afiladas garras sobre los mocosos que ahora chillaban asustados. Los cuervos no tenían intención de lastimarlos, simplemente los tomaron uno a uno entre todos y los alejaron del cementerio dejándolos sobre los tejados de las casitas del pueblo como si fueran un montón de gatos. Desde los techos,  se desafiaban con palabrotas unos a otros para regresar al cementerio con palos y más piedras por la mañana -¡esto no se va a quedar así!- decían.
Al cabo de un par de minutos Clay recuperó la conciencia y notó que los cuervos que lo habían salvado parecían decirle  que caminara hacia el fondo del cementerio, Clay era curioso por naturaleza y tenía desarrollada una intuición que le funcionaba como una misteriosa brújula interna. Al ver que los cuervos apuntaban a un sitio por el que siempre había sentido una especial atracción decidió hacer caso a las aves, recordando las largas caminatas que había dado por el lugar, sobretodo cuando en noches de luna llena se sumergía en el submundo de las sepulturas. Pasaba largos ratos leyendo los nombres de las lapidas  tratando de imaginar como serían las historias de vida de cada uno de los seres que ocupaban ahora, esta que la  sería su última morada.
Por la entrada principal y casi al llegar al fondo del pedregoso sendero se encontraba un mausoleo que  atraía mucho a Clay, pues tenía en la entrada la escultura de un esbelto y elegante ángel  arrodillado sosteniendo  en su regazo a una joven que yacía en sus brazos.
La lapida tenía escrito un nombre y unas fechas que poco podían entenderse pero Clay. Esa oscura noche en su afán de saciar su curiosidad y de sentirse acompañado  aunque fuera por un espíritu del otro mundo, el muchacho se sentó junto a la estatua. Miró al cielo y vio como las estrellas  danzaban bajo los rayos resplandecientes de la luna.
El joven tenía  frío y dolor de cabeza debido al piedrazo. Por primera vez nuestro Clay sintió miedo, soledad, rabia, estaba arrepentido de haberse quedado en el cementerio. Ya no habían lugares seguros en aquel pueblo, pensó.
No podía descartar la posibilidad de que los malandrines profanadores de tumbas volvieran y lo echaran a él en alguno de los sepulcros abandonados  ¿quién podría encontrarlo allí?, su jefe fácilmente podía pensar que se había marchado a otro sitio mejor y no se tomaría la molestia de buscarlo.
En el cementerio reinaba el silencio y comenzaba a levantarse una densa niebla, se acurrucó al lado de la estatua a la que había comenzado a referirse como “su ángel” y le rogo que lo protegiera.

martes, 29 de abril de 2014



TINTA EN EL PAN

Era un miércoles lluvioso, Étoile regresaba a casa cubriéndose con el periódico mientras resguardaba un ramo de perfectas rosas sterling bajo su saco. Había terminado un buen día y quería sorprender a su esposa, llevarla al cine o a cenar, lo que ella quisiera, tener una cita como cuando eran novios.
Étoile saltaba charcos, sorteando a la gente que escapaba de la lluvia hasta que por fin deslizó su llave en la cerradura al tiempo que llamaba a su esposa, pero la única voz que respondía era la de Cochón, el gato, quien maullaba inquieto sentado sobre el escritorio.
Algo no estaba bien, se sentía en el ambiente, era como un gran hueco en la casa, algún vacío que estaba convirtiéndose en un agujero negro, Étoile se acercó al gato, lo cargó y notó que debajo de él había un sobre y una pequeña nota adherible , la letra de su esposa decía “por una vez en tu vida has algo que te apasione” dentro del sobre le esperaba una demanda de divorcio; la lluvia arreciaba en la calle, un súbito relámpago cimbró la casa y  todo quedó a oscuras, Étoile se sentó en el piso, abrazó a Cochón y se quedaron escuchando la lluvia hasta que amaneció.

Seis meses después las palabras de su ahora ex-esposa seguían atormentándolo “por primera vez en tu vida, has algo que te apasione” aquella frase sonaba como el mazo de algún juez sobrenatural que dictaba sentencia sobre su vida... ¡ja!  ¡Su vida! ¿Qué vida? no había vivido más que una secuencia monótona de rutinas vacías para complacer a sus padres, para complacer a su esposa, para ser un “hombre respetable” ¿y eso de qué le había servido? A sus cincuenta y tantos la esposa lo había dejado, los padres habían muerto y los hijos vivían sus vidas apenas recordándolo para desearle feliz navidad... eso y Cochón, el único ser que se alegraba de que Étoile despertara todas las mañanas; las lágrimas inundaron su rostro y en un arranque de furia,  frustración y dolor empacó sus maletas, puso a Cochón en su cesto de viaje y pidió un taxi que lo llevara a la estación del tren.

viernes, 18 de abril de 2014



Pensamiento y deseos positivos
                                                                                                                                              “El ancestro de toda acción es un pensamiento. Toda acción ha sido precedida por un pensamiento". -Ralplí Waldo Emerson

En este tiempo de reflexión y fe debemos ser conscientes  que la gran mayoría de las veces somos nosotros mismos los que saboteamos nuestro propio  cambio al éxito  con nuestro  diálogo  mental interno negativo.

La persona promedio habla consigo misma, ya sea mentalmente o en voz alta, un total de catorce horas diarias. ¿Te puedes imaginar esto?.  Más de la mitad del día estás hablando contigo mismo sobre lo que te pasó, lo que estás viviendo y lo que deseas lograr.

Este eterno diálogo mental entre tu consciente y tu subconsciente ocurre mientras conduces tu automóvil o carro, cuando estás trabajando o descansando, comiendo, hablando, escuchando e, inclusive, durmiendo.

Siempre estás analizando, revisando, pensando o estás preguntándote que vas a hacer más tarde,  juzgando y formándote opiniones de otras personas o criticando tu propio comportamiento.

Hablar con uno mismo, meditar, reflexionar, cavilar o cuestionarse, es una forma de programar y reprogramar nuestra mente, de afirmar nuestros valores, de establecer creencias o ideales acerca de diferentes situaciones o personas, o de formar opiniones acerca de nosotros mismos, de nuestro potencial o de nuestras debilidades.

Sorprendentemente, varias investigaciones han mostrado que más del 80% de este diálogo interno es negativo, pesimista, contraproducente y, nos impide utilizar nuestro verdadero potencial, nos aleja del uso positivo de la ley de atracción positiva, atrayendo sucesos negativos y que no nos hacen, realmente, felices. Luego terminamos resignándonos porque creemos que recibimos aquello que merecemos.

Emerson decía: “No cuelgues de las paredes cuadros siniestros, ni converses de cosas sombrías y melancólicas. Si caminas con rostro afligido, estás anunciando que la esperanza ha muerto en tu interior”.

Es muy importante que tomes consciencia que las cosas no suceden por si solas, debes hacer que sucedan  debes tener presente que sólo podrás atraer aquello que de verdad deseas en tu subconsciente y  lo que estás dispuesto a lograr; en término de  hábitos practica aquellas acciones que te ayuden a avanzar.

Tu pensamiento dominante subconsciente puede hacer que el universo trabaje para proveerte de lo que deseas, pero tus acciones deben ser tales que recibas justamente lo que quieres. No vas a recibir lo que mereces sin hacer un esfuerzo, no te llegará nada sin hacer algo al respecto.

Sensei Diego

viernes, 21 de marzo de 2014

La Higuera



Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.

En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.

En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.

Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se viste...

Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
«Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto».

Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!

Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:
¡Hoy a mí me dijeron hermosa!

( Juana de Ibarbourou )