Tiempos de ensueños
martes, 23 de diciembre de 2014
martes, 8 de julio de 2014
SIN LÁGRIMAS NO HAY LLUVIA
Hay tantos caminos trazados en
este mundo... tantos que se entrelazan, se enredan, se confunden, se pierden...
caminos que llevan a un mismo lugar, o a
diferente sitios, senderos que se han desvanecido casi por completo, desdibujados
de la memoria del mundo, pero reales, otros que permanecen inmutables y algunos
inexplicables. Uno de esos caminos era el que llevaba a un antiguo cementerio
lúgubre por las garras del olvido,. Ahí, entre lápidas destrozadas y árboles
ancianos que susurraban sus memorias al viento se podía ver a Clay, un muchacho
alto, desgarbado con intensos ojos grises, y de cabello tan rubio que casi era
blanco, lo llevaba enmarañado en gruesas rastas que le cubrían los hombros,
usaba jeans rotos y descoloridos, camiseta negra y camisa de franela a cuadros,
su barba era espesa y desprolija y siempre marcaba el ritmo de su caminar con
esas gruesas botas militares con casquillo que lo habían acompañado por una
centena de días, Clay lucía como un fantasma; a ratos no parecía ser más que
otra figura inerte entre el cementerio, pues pasaba largas horas arrodillado
entre las tumbas susurrando palabras ininteligibles.
-
¡Clay!
– gritaba una voz grave y fuerte que atravesó el lugar rompiendo el silencio
igual que una afilada flecha- ¡Clay! ¡deja ya de hacerte el loco!, ¡ponte a
reparar la reja del mausoleo aquel, el que esta al fondo! y apúrate, yo no
quiero estar aquí cuando se haga de noche! ... ¿me escuchaste? … ¡Clay!, ¿Clay?
¿dónde te metes...?
-
Lo
escuché Don Mondo, fuerte y claro –dijo quedamente el muchacho. Mientras tocaba
suavemente el hombro de Don Mondo, uno de los cuidadores del cementerio-.
-
¡Por
todos los santos! ... hombre, me vas a matar de miedo ¡ya te he dicho que no me
gusta que me asustes!, apareciéndote sin saber de dónde y tan de repente.
-
Don Mondo, la reja de la que habla la arreglé ayer y ya
pinte la sepultura que está a la entrada de la puerta principal y coloqué las fuentes para las flores, que usted
me indicó. Me falta pulir las imágenes de bronce del nicho que hay que entregar
la semana que viene pero aún tenemos tiempo.
-
...
¡Oh!, ¡Oh! ... bien, bien hecho, buen trabajo chico ... este lugar se está
cayendo a pedazos ... bueno, anda, junta tus cosas Clay te doy un aventón hasta
tu casa.
-
No
se moleste Don Mondo, voy a pasar la noche aquí.
-
¿Aquí?
nooo, aquí nadie se queda de noche, este cementerio viejo tiene demasiados
misterios hijo. Hay algunos a los que le gusta salir de noche a danzar bailes macabros en los brazos de este viento
maldito que se robó las nubes de lluvia hace ya muchos años a este lugar y al pueblo... aquí no te
quedas, quizá tu no lo entiendas pero estaré más tranquilo si te marchas de acá
ahora mismo.
-
No!,
… ¡me quedaré!. Yo ya me he quedado aquí varias veces – dijo Clay Y no me ha pasado nada…¿ve?.
-
Si,
pero ahora todo es distinto, ya te lo explique muchacho. Hay muchos a los que
nos les importa la paz, ni el silencio de
los muertos. – le advirtió seriamente Don Mondo.
-
Pues
ya lo tengo decidido jefe, ud bien sabe que no tengo donde ir, así adelanto
algo en la reparación de los mausoleos y sepulturas, por lo demás, nadie se
preocupará por mi – insistió, Clay.
-
Está
bien ... pero no te hagas el valiente, si algo te da miedo corre hasta mi
casa y me avisas, ¡¿me entiendes?!,
recuerda que cuentas conmigo, yo te pueden acoger – agrego Don Mondo.
-
Si,
don Mondo, usted tranquilo, no se preocupe, yo siempre me he cuidado solo y no
le hago daño a nadie, así es que ¿qué me podría pasar?- dijo muy seguro Clay.
-
Está
bien, tú sabrás pero después no digas que no te lo advertí. Hay café en el
cuarto de las herramientas muchacho, ve y hazte una taza bien cargada para
pasar la noche sin frío y bien despierto – le dijo Don Mondo.
-
Bien,
gracias lo veré en la mañana Don Mondo, váyase ya y no se preocupe: soy bien
grandecito. No se olvide que a usted si
lo espera alguien en casa y si le pasara algo, seguro que le extrañarán y
mucho.
-
Hasta
mañana muchacho y no te metas en líos, ¡oíste!. ¿Me lo prometes? a un muchacho
como tú le queda mucho por delante, a tu edad uno tiene muchas ilusiones hombre,
los sueños no se abandonan y si no mírame a mí, conservo el tesón y el empuje
de siempre. Me he caído y me he vuelto a parar y puedo hacerlo mil veces, soy
como un roble jajaja…
-
Pues
ya veo, ud es un gran referente para mi Iñor pero ya deje de hablar y apúrese para que llegue luego a su casa si no,
va a tener que dormir en el sofá con de su perro el Gaspar jajaja – dijo Clay.
-
No
eso si que no, a mi me esperan con la casa abrigadita, una rica merienda y un
buen plato de frutas. Ya, ya… me voy, hasta mañana Clay- dijo don Mondo.
Cuando Clay escuchó arrancar
el viejo motor de la destartalada camioneta de Don Mondo, fue a ponerle las
cadenas a las rejas de entrada y regresó lentamente hacia las tumbas, dio un
paseo por el cementerio que le era tan familiar y miraba con tristeza las lápidas más viejas,
con sus nombres casi borrados del mármol.
El muchacho se arrodilló en
una de las tumbas y empezó a pronunciar
susurros que parecían plegarias dirigidas al cielo, pero que ni el viento podía
descifrar; en eso estaba, cuando de la nada su concentración desapareció al
recibir el golpe de una piedra, luego otra y otra. Clay se levantó aturdido y
vio a un montón de chiquillos escuálidos y mugrosos apostados en lo alto de las
ramas desnudas de un sauce burlándose de él, lanzando piedras, ramas y
groserías. -¡estúpido espantapájaros! si te gustan tanto los muertos ¿porqué no
te enterramos con ellos de una vez? Jajaja… si eso haremos- la siguiente piedra
le dio a Clay en la sien, un hilillo de sangre le atravesó en rostro, cayó al
suelo y todo se desvaneció ante su mirada. Quedo sin conocimiento por un
momento.
El ruido seco que hizo el
muchacho al caer, pareció despertar a una parvada de cuervos que dormían en los
mausoleos abandonados, las negras aves se apresuraron hacia el sauce desnudo
donde los chiquillos seguían riéndose de su malévola travesura hasta que cada
ave posó sus afiladas garras sobre los mocosos que ahora chillaban asustados.
Los cuervos no tenían intención de lastimarlos, simplemente los tomaron uno a
uno entre todos y los alejaron del cementerio dejándolos sobre los tejados de
las casitas del pueblo como si fueran un montón de gatos. Desde los
techos, se desafiaban con palabrotas
unos a otros para regresar al cementerio con palos y más piedras por la mañana
-¡esto no se va a quedar así!- decían.
Al cabo de un par de minutos
Clay recuperó la conciencia y notó que los cuervos que lo habían salvado
parecían decirle que caminara hacia el
fondo del cementerio, Clay era curioso por naturaleza y tenía desarrollada una
intuición que le funcionaba como una misteriosa brújula interna. Al ver que los
cuervos apuntaban a un sitio por el que siempre había sentido una especial
atracción decidió hacer caso a las aves, recordando las largas caminatas que
había dado por el lugar, sobretodo cuando en noches de luna llena se sumergía
en el submundo de las sepulturas. Pasaba largos ratos leyendo los nombres de
las lapidas tratando de imaginar como
serían las historias de vida de cada uno de los seres que ocupaban ahora, esta
que la sería su última morada.
Por la entrada principal y
casi al llegar al fondo del pedregoso sendero se encontraba un mausoleo que atraía mucho a Clay, pues tenía en la entrada la
escultura de un esbelto y elegante ángel
arrodillado sosteniendo en su
regazo a una joven que yacía en sus brazos.
La lapida tenía escrito un
nombre y unas fechas que poco podían entenderse pero Clay. Esa oscura noche en
su afán de saciar su curiosidad y de sentirse acompañado aunque fuera por un espíritu del otro mundo,
el muchacho se sentó junto a la estatua. Miró al cielo y vio como las estrellas
danzaban bajo los rayos resplandecientes
de la luna.
El joven tenía frío y dolor de cabeza debido al piedrazo. Por
primera vez nuestro Clay sintió miedo, soledad, rabia, estaba arrepentido de
haberse quedado en el cementerio. Ya no habían lugares seguros en aquel pueblo,
pensó.
No podía descartar la
posibilidad de que los malandrines profanadores de tumbas volvieran y lo
echaran a él en alguno de los sepulcros abandonados ¿quién podría encontrarlo allí?, su jefe
fácilmente podía pensar que se había marchado a otro sitio mejor y no se
tomaría la molestia de buscarlo.
En el cementerio reinaba el
silencio y comenzaba a levantarse una densa niebla, se acurrucó al lado de la
estatua a la que había comenzado a referirse como “su ángel” y le rogo que lo
protegiera.
martes, 29 de abril de 2014
TINTA
EN EL PAN
Era
un miércoles lluvioso, Étoile regresaba a casa cubriéndose con el periódico
mientras resguardaba un ramo de perfectas rosas sterling bajo su saco. Había
terminado un buen día y quería sorprender a su esposa, llevarla al cine o a
cenar, lo que ella quisiera, tener una cita como cuando eran novios.
Étoile
saltaba charcos, sorteando a la gente que escapaba de la lluvia hasta que por
fin deslizó su llave en la cerradura al tiempo que llamaba a su esposa, pero la
única voz que respondía era la de Cochón, el gato, quien maullaba inquieto
sentado sobre el escritorio.
Algo
no estaba bien, se sentía en el ambiente, era como un gran hueco en la casa,
algún vacío que estaba convirtiéndose en un agujero negro, Étoile se acercó al
gato, lo cargó y notó que debajo de él había un sobre y una pequeña nota
adherible , la letra de su esposa decía “por una vez en tu vida has algo que te
apasione” dentro del sobre le esperaba una demanda de divorcio; la lluvia
arreciaba en la calle, un súbito relámpago cimbró la casa y todo quedó a oscuras, Étoile se sentó en el
piso, abrazó a Cochón y se quedaron escuchando la lluvia hasta que amaneció.
Seis
meses después las palabras de su ahora ex-esposa seguían atormentándolo “por
primera vez en tu vida, has algo que te apasione” aquella frase sonaba como el
mazo de algún juez sobrenatural que dictaba sentencia sobre su vida...
¡ja! ¡Su vida! ¿Qué vida? no había
vivido más que una secuencia monótona de rutinas vacías para complacer a sus
padres, para complacer a su esposa, para ser un “hombre respetable” ¿y eso de
qué le había servido? A sus cincuenta y tantos la esposa lo había dejado, los
padres habían muerto y los hijos vivían sus vidas apenas recordándolo para
desearle feliz navidad... eso y Cochón, el único ser que se alegraba de que
Étoile despertara todas las mañanas; las lágrimas inundaron su rostro y en un
arranque de furia, frustración y dolor
empacó sus maletas, puso a Cochón en su cesto de viaje y pidió un taxi que lo llevara
a la estación del tren.
lunes, 21 de abril de 2014
viernes, 18 de abril de 2014
Pensamiento y
deseos positivos
“El ancestro de toda acción es un pensamiento. Toda acción ha sido
precedida por un pensamiento". -Ralplí Waldo Emerson
En este tiempo
de reflexión y fe debemos ser conscientes que la gran mayoría de las veces somos
nosotros mismos los que saboteamos nuestro propio cambio al éxito con nuestro diálogo mental interno negativo.
La persona
promedio habla consigo misma, ya sea mentalmente o en voz alta, un total de
catorce horas diarias. ¿Te puedes imaginar esto?. Más de la mitad del día estás hablando contigo
mismo sobre lo que te pasó, lo que estás viviendo y lo que deseas lograr.
Este eterno
diálogo mental entre tu consciente y tu subconsciente ocurre mientras conduces
tu automóvil o carro, cuando estás trabajando o descansando, comiendo,
hablando, escuchando e, inclusive, durmiendo.
Siempre estás analizando,
revisando, pensando o estás preguntándote que vas a hacer más tarde, juzgando y formándote opiniones de otras
personas o criticando tu propio comportamiento.
Hablar con uno
mismo, meditar, reflexionar, cavilar o cuestionarse, es una forma de programar
y reprogramar nuestra mente, de afirmar nuestros valores, de establecer
creencias o ideales acerca de diferentes situaciones o personas, o de formar
opiniones acerca de nosotros mismos, de nuestro potencial o de nuestras
debilidades.
Sorprendentemente,
varias investigaciones han mostrado que más del 80% de este diálogo interno es
negativo, pesimista, contraproducente y, nos impide utilizar nuestro verdadero
potencial, nos aleja del uso positivo de la ley de atracción positiva,
atrayendo sucesos negativos y que no nos hacen, realmente, felices. Luego
terminamos resignándonos porque creemos que recibimos aquello que merecemos.
Emerson decía: “No
cuelgues de las paredes cuadros siniestros, ni converses de cosas sombrías y
melancólicas. Si caminas con rostro afligido, estás anunciando que la esperanza
ha muerto en tu interior”.
Es muy
importante que tomes consciencia que las cosas no suceden por si solas, debes
hacer que sucedan debes tener presente que sólo podrás atraer aquello
que de verdad deseas en tu subconsciente y lo que estás dispuesto a lograr;
en término de hábitos practica aquellas acciones que te ayuden a avanzar.
Tu pensamiento
dominante subconsciente puede hacer que el universo trabaje para proveerte de lo
que deseas, pero tus acciones deben ser tales que recibas justamente lo que quieres. No vas a recibir lo que mereces sin hacer un esfuerzo, no te llegará
nada sin hacer algo al respecto.
Sensei Diego
viernes, 21 de marzo de 2014
La Higuera
Porque es
áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.
En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.
En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.
Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se viste...
Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
«Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto».
Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!
Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:
¡Hoy a mí me dijeron hermosa!
( Juana de Ibarbourou )
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.
En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.
En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.
Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se viste...
Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
«Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto».
Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!
Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:
¡Hoy a mí me dijeron hermosa!
( Juana de Ibarbourou )
domingo, 9 de marzo de 2014
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