martes, 29 de abril de 2014



TINTA EN EL PAN

Era un miércoles lluvioso, Étoile regresaba a casa cubriéndose con el periódico mientras resguardaba un ramo de perfectas rosas sterling bajo su saco. Había terminado un buen día y quería sorprender a su esposa, llevarla al cine o a cenar, lo que ella quisiera, tener una cita como cuando eran novios.
Étoile saltaba charcos, sorteando a la gente que escapaba de la lluvia hasta que por fin deslizó su llave en la cerradura al tiempo que llamaba a su esposa, pero la única voz que respondía era la de Cochón, el gato, quien maullaba inquieto sentado sobre el escritorio.
Algo no estaba bien, se sentía en el ambiente, era como un gran hueco en la casa, algún vacío que estaba convirtiéndose en un agujero negro, Étoile se acercó al gato, lo cargó y notó que debajo de él había un sobre y una pequeña nota adherible , la letra de su esposa decía “por una vez en tu vida has algo que te apasione” dentro del sobre le esperaba una demanda de divorcio; la lluvia arreciaba en la calle, un súbito relámpago cimbró la casa y  todo quedó a oscuras, Étoile se sentó en el piso, abrazó a Cochón y se quedaron escuchando la lluvia hasta que amaneció.

Seis meses después las palabras de su ahora ex-esposa seguían atormentándolo “por primera vez en tu vida, has algo que te apasione” aquella frase sonaba como el mazo de algún juez sobrenatural que dictaba sentencia sobre su vida... ¡ja!  ¡Su vida! ¿Qué vida? no había vivido más que una secuencia monótona de rutinas vacías para complacer a sus padres, para complacer a su esposa, para ser un “hombre respetable” ¿y eso de qué le había servido? A sus cincuenta y tantos la esposa lo había dejado, los padres habían muerto y los hijos vivían sus vidas apenas recordándolo para desearle feliz navidad... eso y Cochón, el único ser que se alegraba de que Étoile despertara todas las mañanas; las lágrimas inundaron su rostro y en un arranque de furia,  frustración y dolor empacó sus maletas, puso a Cochón en su cesto de viaje y pidió un taxi que lo llevara a la estación del tren.
Había que entender a Étoile, cuando todo lo que uno conoce y siente como verdadero cae como un telón desgarrado, alejarse parece lo mejor, aunque alejarse de todo no iba a sanar su corazón ... hasta eso sonaba ridículo que un hombre de cincuenta y tantos tuviera roto el corazón sonaba como una burla grotesca, que a su edad se sintiera como si no supiera nada del amor y de la vida era simplemente ridículo, era mejor huir, lo más lejos posible, cerrar los ojos y despertar en otro lugar para poder convertirse en alguien más, si, ya era hora de que el viejo Étoile que seguía todas las reglas, mandamientos y normas habidos y por haber, cambiara de piel, era hora de renacer ... quizá de nacer por primera vez ¿y porqué no? quizá si lograba reinventarse y sobrevivir, perseguiría aquel sueño que tuvo en su infancia, aquel que sus padres ahogaron porque no era práctico, porque no pagaba las cuentas, aquel del que se burlaron sus amigos, aquel sueño del que sus hijos nunca supieron, aquel que pisoteó a carcajadas “el gran amor de su vida” ¡al demonio con todos! –pensaba Étoile al llegar a la estación de trenes.
En la ventanilla dijo con voz firme –un boleto de ida en el siguiente tren, no importa a donde vaya- la señorita en el mostrador lo miró unos segundos y sonrió – ¿un boleto solo de ida?, ¡un viaje misterioso!. le dijo.


Varios meses después Étoile y Cochón vivían a sus anchas en una encantadora cabaña enclavada en un frondoso bosque, allí entre noches estrelladas, trinos de aves, ruidos de alces, y hasta uno que otro oso. Étoile había comenzado una nueva vida, había cambiado sus trajes por jeans deslavados y camisetas sueltas, el auto por una bicicleta de montaña, a su esposa por el gato y sus rutinas por una vida simple cortando leña y explorando el bosque por el día y por la noche, escribiendo novelas policíacas y de misterio que ya había comenzado a vender, incluso en el pueblo lo conocían como “Don escritor” cosa que le hacía de lo más feliz ... escritor ... si, aquel loco sueño que se había impregnado en su alma de niño por fin era real, no era el tipo de escritor que gana un premio Nobel, pero era el tipo de escritor que era feliz y hasta se daba el lujo de entretener a la gente.
Aunque las cicatrices en el corazón aún le dolían y de vez en cuando recordaba al “amor de su vida” entre lágrimas y se consolaba diciendo que no se puede tener todo, y que el amor quizá nunca lo encontró y nunca lo haría ... para su fortuna, cuando aquellos pensamientos omniosos invadían su cabeza, un exquisito olor a pan proveniente del pueblo invadía cada rincón de su cabaña y eso le abría el apetito apartándolo de cualquier otro pensamiento, olía a croissants, a pan de centeno, galletas de mantequilla, panqué de nuez y naranja, pan de cebolla con aceitunas, baguettes recien echas, crocantes, doraditas, olía a donas con azúcar y canela y por Dios olía a churros recién fritos y chocolate ... que delicia de aromas, tan cálidos, tan buenos, que lo llevaban a pasear por los días felices de su niñez.

Étoile encontraba reconfortante que otra alma estuviera despierta a las cuatro de la mañana, desde la ventana de su estudio podía ver las luces del pueblo... a esa hora sólo la luz de la panadería, imaginaba al fornido hombre con delantal blanco alimentando el horno de leña y amasando con toda fuerza las mezclas de harina que habrían de convertirse en el desayuno de la gente y se sentía acompañado y le daba algo en que pensar cuando las sombras invadían su mente. Así que aquella mañana puso a Cochón en su canasta de viaje, y montaron la bicicleta en dirección al pueblo para comprar pan calientito y beber él, un café con leche y Cochón una leche sin café.
Lo que Étoile no sabía era que el fornido hombre que alimentaba el horno de leña y amasaba el pan no era un hombre fornido, sino una muchacha en sus treintas, de cabello sedoso y castaño que llevaba recogido en una coleta y que empezaba a hornear a las tres y media de la mañana, no porque ese fuera su horario, sino porque sabía que a esa hora había un hombre de sonrisa encantadora y mirada misteriosa que escribía novelas excitantes en su cabaña en el bosque, a ella le gustaba pensar que el aroma salido de su horno podía impregnar la habitación del escritor, y que entonces él dejaría de teclear palabras para ir al pueblo y comer las delicias que ella había inventado, a decir verdad los churros solo los hacía para él, porque leyó en una entrevista del periódico local que los churros le recordaban su niñez ...

El aroma del pan guiaba la bicicleta de Étoile como si flotara en las dulces ráfagas de viento así ni se sentía el esfuerzo del largo camino sinuoso, y hasta Cochón ronroneaba contento a pesar de lo accidentado del viaje, al llegar a la panadería ya le esperaba Don Nino, el dueño, con el tazón de leche para Cochón, quien de inmediato restregaba sus bigotes en los pies de don Nino en señal de agradecimiento, y Étoile y el dueño del lugar hablaban alegremente de los resultados del fútbol o del último estreno del cine, del clima e incluso don Nino intentaba sacarle algún avance de su próxima novela. Todo mientras le servía a Étoile su café y éste daba tremendos y sonoros sorbos y le arrancaba trocitos a sus churros recién hechos.
-               ¡Válgame don Nino que buenos están estos churros! Con su panadero voy a subir cuantiosos kilos, pero caramba, están tan buenos, póngame media docena para llevar a casa.
-               ¡No faltaba más! ¡pero con todo lo que tiene que pedalear no va a engordar un gramo! Aunque si debo reconocer que el pan está buenísimo, desde que llegó mi querida Breeane todo el pueblo me ha dicho que el pan está más rico que nunca ...
-               ¿Breeane? –interrogó curioso Étoile–
-               Si, Breeane, mi nieta, la verdad ha venido a cambiarme la vida, yo pensaba que nadie querría seguir mis pasos, ser panadero no lo hace a uno millonario, eso no es un secreto, pero mis hijos jamás mostraron ningún interés en el oficio de mi vida, en cambio mi nieta Breeane, ella desde bebé se la vivía conmigo horneando, cuando se ganó su beca para estudiar arte en París, no cabía yo del orgullo, aunque estaba destrozado de perderla, pero luego cuando me contaba que aparte del arte se había metido a estudiar repostería con los grandes chefs franceses y que ella les hablaba de mi y ellos reconocían que mi nieta ya estaba bien entrenada en el arte de la panadería, me hizo el abuelo mas feliz del mundo ... sabe es curioso, un día nomás así, ella regresó y dijo que quería trabajar aquí conmigo ... se pone triste cuando le pregunto que pasó en París, por eso mejor no digo nada, todo lo que aquí tengo será de ella, y aunque no es mucho se que no le faltará nada, aquí es feliz y eso es todo lo que me importa.

Étoile echó una mirada curiosa a la parte de atrás de la panadería, pero no logró ver a Breeane, la misteriosa panadera que como él, había huído quien sabe porqué, quien sabe de quien, para renacer.
-               Pues felicíteme a su nieta, que el pan está exquisito, y póngame también unas baguettes y un pan de centeno.
-               ¡Y sus churros!
-               ¡claro mis churros!

Esa noche mientras Étoile preparaba un tazón de pasta con salsa de queso y hongos que comería hasta limpiar el plato con su pan de centeno y una copa de vino, no dejaba de mirar la ventana imaginando a la misteriosa panadera... quizá sería un personaje interesante para agregar a una de sus historias.
A las cuatro de la mañana, el olor a pan sacó de su trance hipnótico a Étoile, ya no era posible seguir escribiendo y revisando la novela que estaba por terminar, abrió la ventana para dejar que los aromas envolvieran su estudio, Étoile imaginó a una hermosa muchacha viajando en el viento llegando hasta su casa, oliendo a pan y vainilla con las manos cálidas y suaves se imaginó abrazando su cintura y bailando con ella al ritmo del vals que tocaran las cigarras, los grillos y los búhos en el bosque ... Breeane ... susurró ... el olor a pan ya no era olor a pan, ahora tenía un nombre, Breeane.
El repentino maullar de Cochón sacó de sus pensamientos a Étoile y sonrió... ¡viejo tonto! –Se dijo- ya empiezas a vivir en las fantasías que escribes, ¡despierta el mundo real no es como tu mundo de tinta y papel!


En la panadería junto al horno de leña se encontraba Breeane, sendas gotas de sudor resbalaban por su frente mientras extendía una gran masa de levadura, sus manos se movían con la rapidez del viento, moldeaba, cortaba decoraba masas casi sin darse cuenta, su mente estaba divagando por la última novela que había publicado Étoile, el misterioso escritor que había llegado unos días después que ella en tren sin nada más que una valija y un gato rechoncho y mimado para hacer de aquel pueblito perdido en la nada, su hogar, la novela se titulaba Luna roja, trataba de una bruja real en tiempos modernos que era acusada de los crímenes de una ciudad, pero ella secretamente ayudaba al inspector, porque estaba enamorada de él, era una historia cargada de acción misterio y fantasía pero también tenía romance, y a Breeane le gustaba eso, porque aunque ella se había entregado al amor ciegamente,  el amor la había apuñalado ¡y de que manera! Un “amor” lleno de mentiras y engaños no podía ser amor de verdad, el amor no tiene porque hacerte miserable, no tiene porque quebrarte y déjate vacía, Breeane entonces pensó que no sabía lo que era el amor... pero eso no la desanimaba, le gustaba soñar y en días de luna llena salía a caminar por el bosque y le recitaba hechizos de amor a la luna y a los búhos. Porque después de todo, estaba agradecida de tener amor en su vida, como el de su abuelo y el amor que le había heredado por su oficio, hacer pan era una forma pura de amor, Breeane regalaba todo su amor en cada pan que había hecho, y quien sabe tal vez alguien algún día  podría sentirlo ... y hasta regresárselo!.


Fue en una de sus caminatas por el bosque cuando Breeane vio un gatito rechoncho atrapado en las ramas de un arbusto bien frondoso, con sumo cuidado ella separó las tupidas ramas y tomó en sus brazos al animalito quien comenzó a ronronear a gusto, ella sonrió, le pasó los dedos al gato por el suave pelaje mientras caminaba escudriñaba el lugar, buscando alguna casa a la que perteneciera el gato, luego de un par de minutos por fin divisó la silueta de una amplia cabaña de madera, parecía salida de un cuento de hadas, con su chimenea encendida arrojando fumarolas que olían un poco a lavanda. –Anda gatito- , decía la chica –ve a casa y ya no vuelvas a extraviarte, eres demasiado bonito para andar solo por el bosque- 
El gato saltó de sus brazos y corrió a la cabaña, entró por una adorable puertecita que decía “Cochón” y Breeane vio como su sombra subía unas escaleras hasta una habitación bien iluminada donde escuchó la voz de un hombre decir: ¡mi bebé!, regalón, ya estaba yo por salir a buscarte ¿dónde te metiste? ¿Estabas jugando con alguna ardilla traviesa otra vez?
Por el amplio ventanal Breeane pudo ver a un hombre alto de grandes ojos grises que hacían juego con su cabellera, lo observó acunar al gato en sus brazos como si fuera un bebé y darle besos en la cabeza. Alguien que podía amar así a un animalito, era alguien digno de conocer, pensó la chica mientras emprendía el camino a casa.
No fue la última vez que Breeane regresó a la cabaña, sentía necesidad de espiar a aquel solitario, triste y enigmático hombre.Le gustaba observar el ventanal iluminado y su corazón se aceleraba al rítmico teclado de su máquina de escribir, pero no se atrevía a hablarle, se sentía como una boba , temblaba y  se sonrojaba.

Étoile esperaba ansioso cada noche a que dieran las cuatro de la madrugada para abrir la ventana y dejar entrar el aroma a pan, el aroma a Breeane ... ya había podido verla fugazmente en la panadería y era hermosa, grandes ojos castaños que a la luz del sol parecían derretirse como miel, cabello ondulado que bañaba su espalda y desembocaba en su cintura,  un cuerpo curvilíneo ceñido al delantal lleno de harina que denotaba formas infinitas en las que cualquier hombre querría perderse, pero sobre todo tenía una sonrisa encantadora, coronada con unos voluptuosos labios color cereza ... era perfecta porque podía percibir su luz, el corazón de Étoile latía estrepitosamente cada vez que la veía de reojo en la panadería, hasta temía que la gente del pueblo pudiera escuchar sus latidos ... y mejor mordía ansioso otro crocante churro para calmar su ansiedad.

Cochón había observado a Breeane ir casi todas las noches a la cabaña, siempre conservando cierta distancia, y él salía gustoso a saludarla deseando que su amo lo siguiera o que Breeane tocara a la puerta, pero eso no sucedía, así que el buen Cochón metió sus garritas en el asunto y cuando fue a la panadería con Étoile, en vez de quedarse bebiendo su leche, corrió a la parte trasera de la panadería a saludar a Breeane.Étoile corrió tras él, no quería que hubiera pelo de gato en el pan, o que alguien le quemara la cola accidentalmente, entonces los ojos de Breeane, que sostenía al gato se encontraron con los de Étoile, ambos bajaron la mirada, ella le entregó al gato y el salió de la cocina, ambos sin decir palabra.
Breeane se puso nerviosa como una adolescente... pero esta vez, tomó un trocito de papel y escribió algo que metió en el fondo del bolso de pan de centeno, que era para Étoile.
Esa noche, Étoile se sintió  incomodo porque no había sido capaz de hablar con esa chica, no pudo  decirle ni una sola palabra; actúo como un niño bobo. Sentía que no podía comportarse como un  hombre maduro, como un ser humano común y corriente, aunque lo había intentado. Esta sensación poco habitual lo hizo pensar era mejor olvidar el asunto. Sacó el pan del bolso y notó el papel, con cuidado   leyó la notita que decía:“disfruté mucho su último libro, dele mis saludos a Cochón, un beso, Breeane”. Étoile sonrió como no había sonreído desde que era un puberto desgarbado, se sonrojó, besó el papel, y bailó con Cochón al rítmo de una música que solo él podía escuchar.
A la mañana siguiente Étoile llegó a la panadería, puso una nota en el collar de Cochón, el animalito se fue  a la cocina y corrió a los brazos de Breeane. Ella notó el rollito de papel, lo tomó y leyó: “Señorita Breeane, le agradezco que lea mis novelas, me siento feliz de saber que mis palabras han tocado su corazón. Usted endulza mi vida con su deliciosos churros que me recuerdan todo lo bueno que alguna vez he vivido, un beso Étoile”
Breeane sonrió como solo ella sabía hacerlo, levantó la mirada y ahí estaba Étoile con una rosa color lavanda que había cortado de su jardín, Breeane sintió que por primera vez en su vida su alma se alborotaba, descontroladamente. Así es que soltó al gatito y se abrazó de Étoile, él la besó suavemente y comenzaron a bailar  al ritmo de una melodía mágica que solo ellos dos podían escuchar... Cochón ronroneo.

Después de sentir como si flotaran en el aire  al compás de una romántica música  que más  parecía ser el susurro del viento que acompañaba el canto de las aves del bosque, Étoile tomo de las manos a Breeane la miro dulcemente a los ojos y le dijo:
-                Querida… creo haber encontrado en tus brazos lo que mi corazón necesitaba tanto, tanto y  es por eso que me gustaría conocerte más …  Breeane lo interrumpió para expresarle:
-                Étoile, he decidido hace algún tiempo estar sola porque cada vez que  conozco a alguién que parece ser diferente, resulta que termino triste y decepcionada. Es por eso, que me vine a este lejano lugar para no saber nada más del mundo pero de pronto apareces tú, un caballero sensible y con alma de poeta y me haces sentir confundida. No sé qué decir…  temo enamorarme para luego volver a sufrir el dolor del desamor .Lo siento…pero me ha costado sanar las heridas del alma… espero que me comprendas…

Étoile la miro y dijo con voz más grave y firme:
-                 Calla princesa. Yo nunca te haría daño, sé lo que es sentirse así por favor confía en mí y acepta que te invite a cenar esta noche a mi cabaña. Soy muy hábil en la cocina, de gastronomía algo sé y para mis platos, cultivo mis propios productos. Encantado te prepararé algo especial que te va a encantar y así compartimos, no te arrepentirás… ya verás !.
Breeane, lo escuchó con el corazón, alzó los ojos al cielo, se quedo quieta y pensativa un momento y le dijo:
-                Confíaré en ti y haré una excepción porque veo que eres transparente y bueno como la masa que aprendí a preparar con mi amado abuelo. Esta noche estaré allí. Ey!, por el pan no te preocupes haré uno especial para ti con semillas de sesamo y amapolas. También te llevaré churros, serán los mejores que he hecho.
Se dieron un beso fugaz y Étoile se fue feliz a preparar el ágape para esa misma noche.
Así fue como, puntualmente, a las 8 Breeane tocó la puerta. Iba vestida como una hada del bosque, con su cabello tomado y por perfume llevaba el aroma al pancito recién horneado que tanto le gustaba a Etoile, lo que no sabía Breeane es que para Étoile ese aroma le provocaba la imperiosa  necesidad de conectarse con una mujer. Étoile abrió la puerta nativa y la observó, dio un profundo suspiro ummm…y sintió como si se le nublaran los ojos y le temblara la voz.

-                Adelante, querida - Le dijo.
-               Gracias, permiso. Respondió la sensual y dulce mujer (así le pareció a Étoile).

Se sentaron junto al fuego, cerca de un ventanal por donde pasaban los claros rayos de la luna. Étoile tenía la mesa  adornada con velas azules y un arreglo de rosas sin espinas color lavanda. El mismo atendió a Breeane y le sirvió un delicioso plato: barbacoa  mexicana con salsa de champiñones, frijolitos charros, ciboulette y cebollines asados, como a él le gustaba y por supuesto un viejo vino Reserva Carmenere  que tenía guardado para una ocasión especial como por ejemplo la edición de una nueva novela. No había dejado ningún detalle al azar. Él  se encargó de todo, era un romántico anfitrión!.
Cenaron y conversaron a la luz de las velas y se rieron mucho; compartieron algunos secretillos sobre sus  sus vidas. Fue como si se conocieran de toda la vida, descubrieron que tenían varias cosas en común.
El postre y el bajativo quedaron sobre la mesa. Como nadie se había acordado de alimentar al  felino Cochón, este travieso gatito disfrutaría de ellos más tarde hasta quedar con sus bigotes pegoteados, era un gato regalón y glotón. La  ya enamorada pareja, al compás de la música se pusieron a bailar hasta altas horas de la madrugada y a esa altura se besaban sedientos de  pasión. Acto seguido, dejaron el comedor para irse a la alcoba de Étoile porque ya los pajarillos anunciaban que pronto llegaría la luz del alba.Allí entregados al amor encontraron que la vida compartida de esa manera, si tenía mucho sentido. Dejaron que todo lo que tenía que ser fuera, sin cuestionar, ni hacer preguntas pensando solo en vivir intensamente el momento.  Algo inexplicable, casi como mágico sucedió en ese aposento, algo que nos les permitió volver a separarse.          
                                                                                                             Así pasaron los días, las semanas y los meses se encontraban, frecuentemente, para disfrutar de placenteras veladas y siempre sentían una  sensación de plenitud, de paz al estar juntos . La vida les devolvió algo que les había arrebatado, injustamente. ¿Qué había provocado esto, sería el aroma del pan o las rosas color lavanda?, ¿La luz de la luna o la luz del alba?, ¿La dulzura de Breeane o la sensibilidad de Étoile?. Tal vez, nunca lo averiguaremos pero lo cierto es que esa cabañita pasó a ser un nidito de amor, un refugio que haría feliz a Étoile y Breeane, quienes  después de verse con frecuencia durante  un tiempo decidieron vivir juntos. Étoile, en sus ratos libres se preocupaba de cultivar su huerto y se había animado a escribir su propia  historia. Mientras la alegre y ahora confiada Breeane preparaba sus deliciosos panes y tortas en la cocina de la cabaña que habían acondicionado para llevar al Salón de Té, que los dos habían instalado en el pueblito cercano,  que era muy concurrido porque ser un lugar acogedor por sus deliciosos aromas a confites y donde siempre había una agradable música. Sus propios dueños se preocupaban de todo, ellos mismos atendían a sus clientes procurando que pasaran momentos inolvidables. A unos pasos estaba la estación de trenes y los pasajeros que hacían transbordo iban a este local al que llamaron "Merlín" porque se decía, que harían un  viaje de ensueños, si pasaban a conocer el lugar.

                                            

   

11 comentarios:

  1. Ha quedado hermosa esta historia!!!! y que vengan más!!!! love and rockets Abril

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  2. Oh!!, que orgullosa y feliz estoy.En algo estamos de acuerdo : el cuento nos quedo precioso!! para ser el primero. Imaginate, como serán los que vengan jeje...?
    Besos en el alma, migui.

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  3. Felicitaciones a todos los que formaron parte de ésta entrega.
    un abrazo

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  4. Te lo agradecemos Ariel porque siempre estas ahí compartiendo y animandonos con tus cercanos comentarios.
    Al fin logramos colocarnos de acuerdo en algo jajaja, de la fantasía a la realidad: la historia lista!!.Que tengas un grandioso fin de semana, amigooo.

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  5. Muy bella historia ...hermosa cabaña que atesoró el amor como el pan de cada día ..
    Felicitaciones

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  6. Cristina querida, si hay amor una simple historia puede ser como un soñado cuento de hadas.
    Se agradecen tus atentas palabras.
    Love and rockets

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  7. Fue un placer hallar esta hermosa casa de letras y poder leer una historia tan bella.
    Saludos.

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  8. Que lindo lo que dices, Jorge, gracias y bienvenido al mundo de los sueños.
    Un abrazo.

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  9. En verdad que ha sido una hermosa y dulce historia, y claro cada día estamos acostumbrados a más prisas y no nos paramos a mirar dada del entorno, y menos a oler el olor de la vida maravillosa y mágica. Ha sido un placer encontrarte y leerte. Un abrazo.

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  10. Tu lo has dicho Lola, nos olvidamos del grato aroma de la vida.
    Besos.

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